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La gran devoción y las rarezas de la Semana Santa en la Tarija antigua

La Tarija de antaño tenía como iglesia mayor a la actual Catedral y le seguían en importancia la iglesia de San Francisco y la de San Roque

Fuente: Danitza Pamela Montaño T

07/04/2023

Tarija desde siempre ha sido muy devota y en la Semana Santa lo demostraba con todo su esplendor. Se cuenta que hasta el año 1970 este acontecimiento como la Pascua Florida tenían bien definidos los escenarios que por entonces eran señalados por la Iglesia Católica. Sin embargo, la celebración no era muy abierta al pueblo en general.


Según cuentan entre los años 30 y los 70 la fiesta de la llamada Semana Santa y Pascua Florida eran coyunturales, pero se diferenciaban porque los rituales del Vía Crucis y los altares que se ornamentaban en las pocas iglesias de Tarija estaban en su mayoría construidos por las cofradías que cada parroquia tenía como membresía, la festividad duraba toda la semana, de ahí también su nombre de Semana Santa.


Esa Tarija de antaño tenía como iglesia mayor a la actual Catedral y le seguían en importancia la iglesia de San Francisco y la de San Roque, por entonces existían además la capilla de Santa Rosa, de las monjitas de Santa Ana frente a la Catedral; la de la Loma de San Juan, que raras veces se abría; la del hospital San Juan de Dios y como capillas privadas la del obispado, en la calle Gral Trigo y la de la familia Navajas ubicada en La Casa Dorada, ahora Casa de La Cultura.


El Jueves Santo por la tarde toda Tarija, que en ese entonces tenía solamente cuatro barrios: La Pampa, Las Panosas, San Roque y El Molino, acudía a los rituales al ser llamados por don Antonio Madalleno, quien con la ayuda de promesantes devotos del “Santo Sepulcro” salían a las calles con las matracas a dar el anuncio de que la procesión saldría de la Catedral, pues las campanas no podían repicarse para llamar a la feligresía en señal de respeto por la pasión de Cristo. La procesión era encabezada por el Obispo de Tarija, franciscano Fray Juan Nicolai.


Cuando llegaron los padres Carmelitas de Malta la procesión de Semana Santa tuvo dos escenarios y feligresías que salían de una sola sociedad establecida, que eran todos los tarijeños.


En los actos litúrgicos de la tarde la solemnidad era bien marcada porque el traslado de las imágenes que representaban el Vía Crucis del Salvador de la Humanidad era realizado por distinguidos ciudadanos de la “sociedad” y el pueblo tenía muy escasas oportunidades de hacerlo.


El recorrido se iniciaba saliendo de la Catedral por la calle La Madrid hasta la esquina de la calle Gral. Trigo y la plaza Luis de Fuentes, dando casi una vuelta por ésta tomando la calle Sucre, subía hasta la calle Bolívar, bajando por la Gral. Trigo hasta la esquina de La Madrid y retornaba a la Catedral.


Esa diferencia notoria se daba inclusive en el grupo de los “monaguillos o sacristanes” que eran elegidos por el propio obispo, de manera que a los niños de barriadas o de la periferia antigua, solamente les quedaban los deseos.


Al menos esa desigualdad social la detectó muy bien el entonces padre “Bartolo” que poco a poco sacó la “procesión de los obreros” el mismo día, pero a partir de las ocho de la noche salía desde San Roque y bajaba por la calle Gral. Trigo hasta la plaza, daba la vuelta y retornando por la calle Sucre hasta la misma iglesia.


La procesión concluía con la feria de las empanadas fritas de cebolla, la aloja de cebada y maní, esa tradición de manera alguna era diferente o discriminatoria porque para entonces la liturgia de cantos, rezos y alabanzas se hacían en latín, por uno o hasta tres sacerdotes, por lo que para ser sacristán y ayudar en las misas, los monaguillos tenían que aprender el idioma, quienes eran evaluados por frailes y curas que administraban San Francisco y San Roque. Los sacristanes de la Catedral eran examinados por el Monseñor.


La Pascua Florida tarijeña

La Pascua Florida de Tarija tenía dos escenarios, el de la ciudad y el de San Lorenzo, más aún no era elitista, pues había nacido del pueblo. En el caso de la ciudad cuentan que en esos tiempos el camino era amplio, ripiado y distante, pero con mucha “calamina” (ondulaciones), por ello los tarijeños la recorrían en caravanas numerosas, antes que una romería, el tiempo de viaje por lo general duraba sus buenas horas porque las caravanas para realizar el periplo se reunían primero en la capilla de La Loma de San Juan o bien en alguna esquina de la plaza principal o de la plazuela Sucre.

 





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