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"El sermón del vino" dado en Tarija en 1693

Sin embargo, el Diablo que anda “en ronda” y echando ojo para torcer las cosas, se presentó ante Noé y curioso como es, consultó sobre esos secretos

Fuente: Miguel Molina Gareca

04/06/2023

 La relación de Tarija con el llamado “elixir de los Dioses” (el vino) es tan antigua que un extracto de un famoso sermón dado por un padre jesuita, el padre Diego Ruíz, en 1693 hace directa referencia a esta bebida y, con singular maestría, a las precauciones que todo buen cristiano debería tener a la hora de consumirlo.


Pero antes es muy importante saber que ya para el año de 1693 la Villa de San Bernardo de la Frontera había extendido sus brazos y lazos a diferentes lugares distantes de ella. El comercio fue el principal motor que exigía alcanzar distancias cada vez más lejanas. Desde momentos mismos de la fundación de la Villa ya se entrevió la importancia que tendría en la región la producción de la vid y sus derivados, cosa que efectivamente sucedió convirtiéndose la uva en el principal sustento económico de la villa; las cargas encima las mulas enfilaban hacia el Chaco, a Santa Cruz, a Chichas, a Misiones, a Lipez.


La uva en fresco se consumía en los mercados más cercanos mientras que para los más lejanos se llevaban el vino y el aguardiente.


Centro productor por excelencia, tenía a lo largo del valle bodegas con inmensas Cubas y Bordalesas que contenían vinos dispuestos para esos lejanos mercados. Sin embargo estamos en 1693, las botijas vineras todavía son de “2 arrobas”, las más de cuero, las menos de cerámica (la vitrificación de esa cerámica alcanzaría su apogeo en La Angostura y Tojo a mediados del siglo VXII) y también de madera (los famosos “barrilitos”)


Sin embargo, el consumo del vino y el aguardiente ya demostraba sus efectos en parte de la población de la villa y alrededores. Debido a esto es que el P. Diego Ruiz prepara su sermón (que encontramos por casualidad), del cual solo extraemos un pasaje que para la época debió impresionar, ya que para los tiempos actuales -coincidirán quiénes leen estos renglones- todavía llama la atención por ser simple en su explicación y elocuente en su significado.


Decía el P. Ruíz que fue Noé el primero en descubrir los secretos de la vid, tanto para el espíritu, como cuando se contempla una viña “cargadita” y con sus vides rubias al sol; como para el cuerpo cuando se consume el jugo obtenido de esa deliciosa fruta.


Sin embargo, el Diablo que anda “en ronda” y echando ojo para torcer las cosas, se presentó ante Noé y curioso como es, consultó sobre esos secretos. Noé que sabía que ese fruto era obsequio divino y no quería que el Diablo meta la cola, o la mano, quedo en silencio.


No obstante, Mandinga incansable, ofreció el sacrificio de los animales que Noé quisiera si éste le daba el secreto. Trajo en su afán primero a la más blanca oveja que existía en el mundo y la inmoló en honor a Noé y regó con la sangre del animal la viña en crecimiento. Noé no dijo nada. Entonces Mefistófeles trajo el más bravo León, imponente y altivo, y en holocausto –como dicen las viejas escrituras- lo ofrendó a Noé. Pero como la primera vez, éste no dijo nada. Finalmente Satanás trajo el más cebado de los cerdos y lo ofreció en sacrificio. Ni eso conmovió a Noé que nada dijo. La sangre del cerdo, como pasó con la de la oveja y la del león, quedó regada en la vid.


Rendido Samael (que tantos nombres tiene el dueño del averno) se retiró, pero su obra no quedó sin fruto, pues la vid se nutrió con la sangre de esos animales.


Aquí un alto para abrir comillas y citar el sermón del P. Ruiz que, aleccionador, oportuno y vigente estuvo entonces, como está hoy, dijo: “hijos míos por esa sangre de animales derramada por el diablo en la primera viña es que quien toma vino, primero es blando y bueno como una oveja; pero quien toma más vino del necesario cree convertirse en un altivo y agresivo León y finalmente quien no se controla con el vino, termina como lo cerdos, en el suelo y en medio de inmundicias.”





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