“¡Para que te embarazas ahora aguante!”, “Métele sin anestesia, que vea cómo duele”, “Espera ahora, tu caso no es grave”; “Tus contracciones son una porquería”, “Te tuve que cortar porque era cabezón” ¿Cómo sobrevivimos al maltrato y la violencia? ¿Cómo nos recuperamos? ¿Cómo seguimos viviendo?
21/10/2023
Un pasillo blanco y estéril parece no tener fin. Las luces frías del techo destellan como portales a otro mundo mientras la camilla avanza. Una enfermera que escolta el traslado mira ansiosa en todas las direcciones, espera la orden del médico.
El silencio, las pinzas y el alcohol anteceden la frialdad del momento que marcará mi vida, pero lo hará más una voz, que acusa, condena y hiere.
Entré a quirófano un viernes de 2005 por la noche cuando Tarija se sumergía en la fiesta, las serpentinas y el alcohol de Carnaval. Mi gran secreto lo tenía guardado en el alma, pero también en mi vientre.
Una pastilla y no sucedía nada, dos y me sentí caer. Mis amigas me tomaron del brazo, me subieron a un taxi y me llevaron al hospital. “!No me digan! otra puta que aborta”, la frase me rompió en mil pedazos, que jamás se volvieron a unir.
“Para qué has tomado sonsa esto. Tu hijo se está agarrando a la vida. No quiere irse por eso estás así. El doctor está molesto. Vamos a tratar de salvar tu wawa”, me grita una enfermera, mientras mi mirada vidriosa y mis gemidos se ahogan en el infinito blanco de las batas médicas.
Martes 10 de octubre de 2004, una fiesta, mi tío, la puerta abierta de mi cuarto y mi tía Sara durmiendo tras haber bebido alcohol por horas. El hombre entra, me estruja, forcejea y me penetra a la fuerza. La trasnochada música camufla mis gritos y una amenaza sepulta la escena.
Mi nombre es Ana Rosa S. soy de Bermejo, vine a estudiar a la ciudad de Tarija, Idiomas porque quería conocer el mundo. Mi padre me encomendó a su hermano, sin saber que ese “hogar” cegaría mis sueños.
Por varios meses callé el hecho y con ello la transformación de mi cuerpo. Uno, dos, tres, cuatro y ya no pude más, todo me hacía recuerdo a esa noche de horror. Cuando mi embarazo llegó al cuarto mes decidí abortar; lo hice en mi pequeño cuarto, en compañía de una amiga.
El último recuerdo de esa experiencia es mi feto -mi bebé- en un pequeño frasco que parecía de mayonesa; los reproches de una enfermera, un nicho en el Cementerio General de Tarija y ese infinito remordimiento que hoy me carcome. Sin saberlo fui una víctima más de la violencia obstétrica sostenida en el estigma, los prejuicios y el odio.
Éste es el testimonio de una de las tantas víctimas sometidas a un tipo de violencia naturalizada y para muchas, desconocida.
Según Karla Alejandra Contreras - antropóloga y psicóloga- cuando se habla de violencia obstétrica se hace alusión a un tipo de violencia de género naturalizada, que se caracteriza por agresiones u omisiones a los derechos humanos que se cometen por parte del personal de salud y que dañan o denigran a las mujeres durante los distintos momentos del embarazo: planificación familiar, aborto, embarazo, y/o parto.
Según la Encuesta de Prevalencia y Características de Violencia contra la Mujer del Instituto Nacional de estadística (INE) realizada en el año 2016, en Bolivia, el 63,5% de las mujeres que fueron atendidas durante su parto en un centro de salud, fueron víctimas de violencia obstétrica. Los mayores reclamos apuntan a los hospitales públicos con un 68,3%, a las clínicas de seguridad social con un 64,2% y un 35,4% a clínicas privadas.
“Tenemos miedo, los doctores te gritan: ¡abrí las piernas, abrí. ¡Para el hombre no tienes miedo de abrir las piernas! El doctor mete sus dedos, pero te está doliendo. Te miran abajo porque estás abierta; por eso da miedo ir y prefieres aguantar en tu casa”, señala Lucía, una joven de 22 años.
“¡Para que te embarazas ahora aguante!”, “Métele sin anestesia, que vea cómo duele”, “Espera ahora, tu caso no es grave”; “Tus contracciones son una porquería”, “Te tuve que cortar porque era cabezón”, “Y no quiero escuchar ni un quejido mientras que estás empujando”, “La madre más que ayudar molesta”; “Esta pendeja no se va a poner un bikini nunca más en su vida”.
Éstas son algunas de las frases más frecuentes de la violencia obstétrica, pero en muchos casos la agresión traspasa la palabra y se manifiesta a través de la realización de procedimientos no consentidos o no indicados por razones médicas, el abuso físico, el retraso o la negación de la atención, la privación de administrar medicamentos para controlar el dolor, el irrespeto a la privacidad, los tactos vaginales por distintos médicos, la realización de cesáreas innecesarias y la exploración no indicada y sin la debida analgesia del útero postparto, entre otras.
De acuerdo a Contreras algunos autores (Camacaro et al., 2015; Da-Silva-Carvalho y Santana-Brito, 2017; Gutiérrez, 2017) refieren que este tipo de violencia se explica por el autoritarismo del quehacer médico y los procesos de poder/subordinación que se dan entre las mujeres embarazadas y los actores médicos (médicos, enfermeras, etc.).
Esta actitud médica sería la generadora de vulneraciones, despotismos y denigraciones hacia los conocimientos, necesidades y sentires de las mujeres embarazadas durante los distintos momentos del embarazo. “¿Pero qué dicen las normas?, ¿Realmente pueden tratar así a las mujeres?”, ésta es también la duda de Cecilia Camacho, quien perdió a su bebé tras que le negaron una atención de emergencia.
Para Ana María Díaz, ginecóloga, los médicos no deben verter sus opiniones y menos tratar de manera irrespetuosa a las mujeres. “El Estado debe garantizar por ejemplo que las mujeres víctimas de violación que decidan interrumpir voluntariamente su embarazo tengan acceso a servicios de interrupción legal y segura del embarazo y eliminar cualquier impedimento innecesario a los mismos”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce la violencia obstétrica como una forma específica de violencia ejercida por profesionales de la salud. En nuestro país la violencia obstétrica es una de las 16 formas de violencia contra la mujer reconocida en la Ley 348, pero poco se habla y se denuncia, pese a que es muy recurrente en las instituciones de salud.
“Comienza desde que la mujer acude a los controles prenatales y es maltratada hasta el día de su parto”, afirmó la representante del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), Ana Angarita.
En Bolivia existe un anteproyecto de ley de fortalecimiento a la Ley 348 que incluye sanciones a la violencia obstétrica, cibernética y acoso callejero. En éste la violencia obstétrica tendría la sanción de tres a ocho años de prisión, la violencia digital o cibernética de dos a cuatro años de presidio. En tanto, la violencia sindical y el acoso callejero tendrían sanciones administrativas, según la Defensoría del Pueblo.
28 de mayo de 2020, “He cumplido la semana 38, estoy en labor de parto, el ginecólogo me hace tacto, lloro, sufro en silencio. Siento pánico. Es la segunda vez que estoy en un quirófano, la primera me llevé a mi hijo en un frasco, hoy espero llevarlo en brazos”.
“Veo al médico, me tropiezo, aprieto la mano de la enfermera, ella le dice que estamos listas, pero en realidad yo no lo estoy. La sala, blanca, radiante, el frío, ese frío… tengo miedo y mucho. El roce metálico de los instrumentos me aturde, pienso en mi primer bebé, se me olvida la violación por minutos, pero de nuevo la recuerdo”.
Me odio por no pensar en cosas lindas, me odio por no estar feliz, me odio por tener miedo y por seguir recordando todo mi calvario. Me odio y creo que lo haré por siempre”... (Ana Rosa S)
Belén Añazgo -feminista por vocación como ella se cataloga- ojea un pequeño documento, lo muestra con orgullo, pero sobre todo con esperanza. Se trata de una guía, en cuya portada reza un título: “Violencia obstétrica, ideas sobre autodefensa”.
A continuación, basados en este texto y recomendaciones de la OMS, te damos claves para actuar en este tipo de situaciones.
• Hablar con alguien de tu confianza para no sentirte aislada en esta situación
• Escribir detalladamente lo que pasó durante el episodio.
• Denunciar presentar una queja o una denuncia en el lugar indicado según tu contexto. Puedes pedir asesoría en organizaciones que trabajen sobre la violencia de género o el acceso a la salud.
*Todas las infografías fueron trabajadas de manera exclusiva por los autores para este reportaje que se elaboró en el marco del taller : Violencia sexual y sus consecuencias. Un nuevo y urgente abordaje periodístico
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